martes, 6 de diciembre de 2011

La historia del verdadero amor

"Manolo... ¿recuerdas el día en que nos conocimos?" , dijo mientras clavaba una hoja recien caida del árbol en la punta de su bastón...

"Claro Josefa... Fue en este mismo lugar, lo recuerdo como si fuera ayer...", respondió emocionado.

En ese momento, la plaza del pueblo quedó en silencio, en una especie de nostálgico-silencio-emocionante (todo junto) mientras ellos reposaban las torcidas espaldas en su antiguo banco. Sí, digo suyo, porque ellos lo consideraban así. Era el banco que había visto nacer su amor, y que 70 años después seguía sosteniéndolo. ¿Acaso podía haber algo más suyo que ese banco?

Manolo sonrió. Era una sonrisa que se tornaba en risa por momentos...

"¿De qué te ríes", preguntó ella.

"No me río... Recuerdo nuestros primeros momentos...".

"¿Y en qué piensas?", volvió a preguntar ella, queriendo unirse a ese revivir de sensaciones.

En ese momento, Manolo quitó la mano del hombro de su amada, señalando con su dedo índice: "Recuerdo cuando queríamos besarnos... Teníamos que escondernos detrás de aquel roble, para que tu padre no nos viera... Nunca olvidaré esos besos...".

Después de 70 años, nada en el pueblo seguía igual. Las antiguas casas de piedra se habían tornado en chalets, el viejo colegio al que acudían los 16 niños del pueblo ahora era un enorme instituto al que venían niños de todas las aldeas cercanas... 

Sin embargo, casualidades o regalos de la vida, ese banco seguía ahí, y aunque los árboles del pueblo tampoco eran los mismos, ahí seguía él, firme... como si el paso del tiempo no fuera con él. 

Manolo agarró el bastón, se remangó los pantalones para levantarse, y una vez en pie, cogió de la mano a Josefa, volviéndole a señalar aquel roble, mientras se miraban a los ojos. 

Ambos asintieron con la cabeza, dirigiéndose torpes hacia ese enorme tronco que ni los brazos de todos los niños del pueblo podrían abrazar.

Se apoyaron ahí, donde nadie les veía. Ya no tenían que esconderse de nada, pero era ese el lugar en el que habían de colocarse para hacer de ese momento un momento único y especial...

Volvió a hacerse el silencio. Manolo acarició el rostro de su amada con tanto cariño que fue ese el momento en el que comprendí lo que era el verdadero amor... Cuanta emoción... Creo que incluso ese roble invencible al que nada ni nadie alteraba, debió de derramar una lágrima esa tarde. Era inevitable...

"Te quiero... No te vayas nunca por favor... Yo me encargaré de vigilar día a día nuestro banco y nuestro árbol, para que esto nunca termine... Te lo prometo...".

Ella, mientras acercaban lentamente sus labios, respondió susurrando con la voz entrecortada: "No te preocupes... Cuando dos personas se quieren de verdad, cuando dos almas se hacen una, cuando tu dolor se hace también mío y mi felicidad de los dos... Es imposible que nada ni nadie nos separe...".







2 comentarios:

Maite dijo...

Que bonito poeta. Si, creo que es una de las grandes aspiraciones de toda persona, encontrar a alguien con quien compartir tu vida, con quien construir un presente y un futuro. Ayer lo hablaba con una amiga de aquí, cuando conoces a alguien sabrás si es esa la persona, si consiguies imaginarte con ella dentro de 40 años, con tus manías de abuelico, con tus hijos, tus nietos... Ojalá todos encontremos a la persona con la que envejecer y que nos ayude a ser felices...

Un beso

El poeta que no rima dijo...

Tienes toda la razón tata. Creo que mucha gente no tiene la suerte de encontrarse con su otra mitad, y quien tiene esa gran suerte creo que lo nota al instante. A veces el corazón es una boca sin lengua...

Muchos besikos!! Nos vemossssssss el Jueves que viene!! :D :D Muchos besosssssss tati!!!